Manuel Valdivia Rodríguez

Asociado de Foro Educativo

Nosotros somos profesores egresados de la Escuela Normal Superior de La Cantuta. Comenzamos nuestra formación allí en el año 1958 y al salir en los años 1961 y 1962 nos desperdigamos por todo el país, poniendo en ejercicio lo que habíamos aprendido. Ahora, con más de sesenta años de experiencia, nos dirigimos a los maestros que todavía están a cargo de aulas escolares, con un llamado a fortalecer el trabajo en líneas que podrían contribuir a superar la condición en que se halla la educación en nuestro país.

El año de 1958 fue importante para nosotros. Durante ese año pudimos disfrutar de la presencia del doctor Walter Peñaloza Ramella como director de la escuela, a la que dirigía poniendo en obra un sólido pensamiento educacional y pedagógico con base en a su formación como filósofo y a a su experiencia en aulas escolares.

Esta nuestra condición duró solo un año, porque al comenzar el año siguiente, en1959, le fue arrebatada a la escuela la autonomía de que gozaba desde su fundación y tuvieron que retirarse, junto con el doctor Peñaloza, muchos de los profesores que lo acompañaron en la formación de una de las experiencias más valiosas de formación de maestros en América Latina.

Ese año escolar de 1958 bastó para que nosotros nos imbuyéramos del espíritu que alentaba a la escuela. Después, como egresados, ese espíritu se ha convertido en una doctrina que se ha venido fortaleciendo con los aires del pensamiento pedagógico mundial contemporáneo.

Hoy, ya no estamos en las aulas, y nos dirigimos a los maestros que viven ahora en un país distinto de aquel de nuestra juventud, y que laboran en un sistema educativo que presenta graves brechas. Nos dirigimos a los maestros porque son los llamados a contribuir a la recuperación de nuestra educación. Nadie podrá hacerlo en su lugar, nadie podrá hacerlo sin ellos.

Cuatro son los puntos centrales de nuestra llamado, todos nacidos con la semilla que fue sembrada en los tiempos algo lejanos de la Escuela Normal Superior de La Cantuta. No son todos, pero son, a nuestro juicio, los más importantes. Son los siguientes:

1.    Retomar el sentido de una educación integral de nuestros niños y adolescentes

2.    Propender a la aplicación de una pedagogía activa capaz de alentar la formación del intelecto y el carácter de los estudiantes

3.    Afianzar el esfuerzo por la dignificación de la carrera magisterial

4.    Apuntar a la unidad de acción de los docentes en las escuelas en función de propósito comunes

Foto: El Comercio

Retomar el sentido de una educación integral de nuestros niños y adolescentes

La educación integral fue el núcleo de la doctrina pedagógica de La Cantuta. El lema de la escuela fue, precisamente, “Educar al hombre en todo cuanto tiene de hombre”. El ser de la persona puede ser visto como integrado por tres esferas: la intelectual, la afectiva y la psicomotriz. Estas tres esferas constituyen la unidad de la persona y, aunque tienen bases genéticas, requieren de un desarrollo equilibrado, en gran parte por obra de la educción escolar. Ese es el norte al que debe apuntar la educación, ahora desviada por un currículo basado en competencias que, destacando el saber hacer, oculta o ignora la formación de valores y actitudes; el conocimiento crítico de la realidad, y el desarrollo armónico del cuerpo y del movimiento. Siendo así, el currículo que rige la acción de las escuelas no es un currículo orientado a la educación integral. Frente a ello, es urgente que debamos pensar en una seria evaluación y reajuste o recreación del currículo y de las normas que orientan su aplicación.

Propender a la aplicación de una pedagogía activa capaz de alentar la formación de integral de los estudiantes

En La Cantuta era idea compartida que la formación integral de los estudiantes no puede ser obra de la transmisión verbal por parte los docentes. Ahora sabemos mejor, gracias a las posiciones de la psicología contemporánea, lo que ya era principio de la pedagogía de la escuela nueva en las primeras décadas del siglo pasado: que los conocimientos, actitudes, capacidades motrices, y otros objetos de educación, solo se forman con la participación de los estudiantes en actividades que ponen en juego su creatividad, su experiencia, su criticidad en contacto con la realidad. Esa posición comenzó a tomar forma entre nosotros con la llegada de las orientaciones constructivistas, pero fue interrumpida por el uso de cuadernos de trabajo, que reducían la acción de los alumnos a resolver preguntas en base a alternativas de respuesta. Desde entonces prima la pasividad de los estudiantes y su poca intervención en el aula. Esta situación fue agravada por el hecho de que las fichas e trabajo eran iguales para todas las realidades del país. Urge, en consecuencia, superar el trabajo en base a material escrito, desechable, y prestar oídos a las propuestas de formación de comunidades de aprendizaje, respetuosas de las posibilidades y necesidades de cada uno pero atentas al aporte que cada quien puede hacer para los demás. Esto solo es posible con la reinstalación de la pedagogía activa, que hoy tiene más fundamento teórico y más experiencias exitosas.

Afianzar el esfuerzo por la dignificación de la carrera magisterial

Un punto esencial de la doctrina de La Cantuta fue la dignificación de la carrera magisterial. El doctor Peñaloza destacó siempre la formación de los maestros en el mayor nivel académico posible para que cada uno sea impulsor de una educación diversificada acorde con las necesidades locales y regionales. Maestros líderes, capaces de obrar con autonomía y responsabilidad. Lamentablemente, hoy los maestros han sido reducidos a ejecutores sumisos de las indicaciones emanadas del ente rector de la educación. Deben seguir Indicaciones iguales para todo el país, siendo el nuestro tan diverso en lo social y cultural; deben cumplir plazos perentorios; llena formatos sin variaciones; escribir informes que nadie lee. Todo esto hace que los maestros renuncien a su esencia profesional, al punto de que se ha llegado a decir que son -o deben ser- simples facilitadores del aprendizaje. Recuperar el genuin rol docente es parte de la dignificación de la carrera magisterial.

Apuntar a la unidad de acción de los docentes en las escuelas en función de propósito comunes

La Escuela Normal Superior de La Cantuta llegó a ser lo que a principios del siglo pasado proclamó José Antonio Encinas: Una escuela es un cuerpo colegiado de maestros y alumnos animados por propósitos comunes. Y eso fue a la escuela, no solo porque se cumplían las normas del cogobierno sino porque el esfuerzo académico era compartido por maestros y alumnos que incluso vivían en el campus de la institución. Esa unidad de equipo es lo que nos falta en las escuelas de todos los niveles. No obstante que la ley dispone un trabajo orientad por el Proyecto Educativo del Centro educativo los docentes trabajan aislados más por cumplir, bajo responsabilidad, dictados del Ministerio de Educación. Así, cada uno trabaja en su burbuja, con pocas ocasiones para analizar los problemas y perspectivas de sus instituciones; para planificar acciones, para reajustar objetivos, para construir, incluso, la Propuesta Curricular propia de la institución, también normada por la ley. Ese espíritu de colaboración, de renuncia a los intereses individuales en favor de un propósito explicito es lo que todavía nos falta.

FINAL

Por nuestra propia experiencia sabemos que el camino no es fácil; pero nuestra experiencia nos dice que es posible ir venciendo los obstáculos. Sabemos que todo es factible si, como maestros, sopesamos como se debe nuestra responsabilidad frente a los niños y adolescentes, cuya educación nos ha sido delegada. Comprometernos con ello será una buena manera de celebrar el Día del Maestro.

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