Por: Teresa Tovar
Es ya consenso internacional que muchas pandemias como el COVID19 surgen de la alteración de los ecosistemas naturales y nos han están llevando a una crisis humanitaria. Pese a ello, en el Perú se impulsan megaproyectos que ocasionan un serio daño ambiental, como el de transportar y exportar concentrados de mineral a través de la bahía de Paracas, área natural protegida de reconocimiento mundial.
En este contexto, la Amazonía, fuertemente afectada por el COVID19, está haciendo una propuesta al mundo para salvar la integridad de los ecosistemas que sustentan la salud y la vida. Líderes y organizaciones indígenas, así como representantes de 9 países amazónicos se reunieron en el encuentro panamazónico EL GRITO DE LA SELVA (17-18 de julio). No sólo presentaron una agenda de cambio, sino que ofrecieron su aporte en la construcción de una sociedad distinta.
Gregorio Díaz, dirigente de la COICA-Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica, inauguró el encuentro señalando: “Nos une el dolor, la rebeldía. Hemos venido para encontrarnos en la búsqueda de un presente y un futuro común que es la vida”.
Más allá de la enfermedad y el luto por los hermanos muertos, la Amazonía propone al mundo otra manera de vivir, producir y convivir, terminando con un modelo económico fracasado pero dominante “donde sólo un grupo muy pequeño toma las decisiones”. Apuesta por la posibilidad real de “reinventarnos como humanidad”, rescatando el estilo de vida sobrio, solidario y en armonía con la naturaleza que aporta la sabiduría ancestral de los pueblos amazónicos.
Desde esta sabiduría, puesta de manifiesto también frente al COVID, las organizaciones indígenas plantean un sistema sanitario intercultural basado en la acción comunal y en el autocuidado; así como el fortalecimiento de la soberanía alimentaria desde las comunidades. Exigen al Estado cumplir con la provisión de los recursos necesarios para salud y alimentación, conseguir apoyo internacional y dar soporte a los promotores comunales que resisten la pandemia.
Parte de la agenda amazónica es frenar la depredación de la selva, ya que “sin Amazonía no existe futuro para la humanidad”. El serio daño ocasionado a la Amazonía agrava el calentamiento global y provoca la desaparición de los pueblos. Frente a ello propone sembrar millones de árboles y “proteger al río como si fuera tu hijo”, así como desarrollar energías limpias y renovables, agro ecologías y economías circulares, involucrando a las universidades. Un imperativo de la agenda es detener los proyectos depredadores, vía moratoria petrolera, prohibición de megaproyectos mineros, energéticos y de infraestructura, cese de la producción de agro combustibles, cultivos de soya y palma aceitera, ganadería industrial y expansión de semillas transgénicas.
Otro fuerte reclamo de las organizaciones indígenas es que el etnocidio no quede impune, impulsando las denuncias ya iniciadas ante la ONU la CIDH y ante las jurisdicciones nacionales. Se demanda remediación, justicia y reparación para los pueblos afectados por los derrames petroleros, la contaminación, la destrucción de sus fuentes de vida y la presencia de metales pesados en la sangre; así como sanción a los asesinos de los defensores indígenas.
Exigen que los Estados tomen medidas para proteger la Amazonía y los derechos de su población. Esto implica la ratificación del Acuerdo de Escazú (que promueve trans¬parencia, participación social y justicia ambiental), el respeto del derecho de los pueblos a decidir su futuro, y el emprendimiento de soluciones a la crisis climática, distintas a las que propone el “capitalismo verde”.
Por último, el encuentro planteó la unidad: “Somos 9 países, pero no hay fronteras, los ríos nos unen”. Es una convergencia de pueblos indígenas a modo de minga colectiva donde “las comunidades del bosque, del campo y de las ciudades, se organizan para hacer frente a la devastación y al hambre y para hacer nacer algo nuevo en medio del dolor, como si fuera un parto”. En esta línea proponen autogobierno y gobiernos comunitarios para el manejo de la vida, la producción y la pandemia, con una fuerte dimensión cultural sustentada en la diversidad de saberes y en la ética del cuidado.
Sin duda los pueblos de la Amazonía tocan la puerta de todos, entre ellos la de la escuela y la educación. Es indispensable que los estudiantes conozcan lo que ocurre en la Amazonia y que enriquezcan sus aprendizajes con el diálogo de saberes. Es ya impostergable colocar en primera línea la educación ambiental. Sólo así formaremos una generación nueva de personas que salven el mundo, sumándose al GRITO DE LA AMAZONIA.
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