Por Luis Miguel Saravia

1. ¿Oficio o profesión? En los primeros años de la independencia se habló del oficio de maestro. Así se denominaba al ciudadano que enseñaba a escribir, leer y los números a niños y adolescentes. Antes esta tarea era desarrollada por religiosos o religiosas como parte de su trabajo de evangelización. Este oficio empezó a exigir cierta preparación especial y el dominio de conocimientos básicos de ciertas materias. Con el tiempo la función docente se fue perfilando como profesión. Se establecía que requería y demandaba no sólo de técnica para enseñar de manera elemental a los alumnos y alumnas, sino conocimiento de disciplinas encerradas en materias como lenguaje, matemáticas, naturales, astronomía, geografía, historia, religión, higiene y otras.  Popkewitz (1985), citado por Marcelo (1989: 9), lo define como

“una persona con elevada preparación, competencia y especialización que presta un servicio público.”  Un profesor se va forjando a través de procesos vitales “desde su formación previa hasta el acceso a la docencia, su desarrollo en la misma, el centro donde desarrolla su práctica, su forma de participar en experiencias formativas, el desarrollo de su personalidad, todo esto contribuye en su crecimiento profesional y personal. (1)

En esta etapa aprende los “secretos de enseñar” acompañados de la técnica. Se mejora con procesos reflexivos, de investigación, de profundización, de lecturas especializadas que permitirán su desarrollo profesional y afianzando la autoestima personal. Imbernón considera que el desarrollo del docente como persona es central, pues es la base para el desarrollo profesional. Expresa que se ha llegado a considerar que los problemas que ocurren en las instituciones educativas no son resultados de los “desajustes de maduración y el equilibrio de las personas que forman el colectivo profesional institucional y no la mentada carencia de conocimientos psicopedagógicos o disciplinares”. Finalmente la UNESCO subraya en el informe de la Comisión Internacional sobre Educación para el Siglo XXI que el desarrollo personal de los docentes es fundamental para la mejora de la calidad de la educación. Las luchas que han jalonado el reconocimiento primero laboral y luego profesional las han marcado los sindicatos. Ellos a la par de la polémica por el reconocimiento social hicieron surgir -sumando- el que se considere a la docencia como una profesión.

“El factor más importante en la enseñanza, es siempre la personalidad del maestro: su carácter, el grado de su cultura intelectual y moral, el interés que toma en su profesión, el cariño que le inspiran los niños, el entusiasmo que siente por su alto y noble ministerio” (2)

Desde el campo de la investigación, de la reflexión y de la academia han surgido requisitos adicionales para seguir precisando el tema de la profesionalización. Carlos Marcelo García en su Monográfico “Constantes y desafíos actuales de la profesión docente” hace referencia a la propuesta de Hoyle (1980) que en su artículo “Profesionalización y desprofesionalización en educación” identifica diez cualidades de la profesión:

“1. Una profesión es una ocupación que desempeña una función social.
2. El ejercicio de esta función requiere de un considerable grado de destreza. 3. Esta destreza se ejercita en situaciones que no son rutinarias sino que en cada ocasión se han de abordar nuevos problemas en nuevas situaciones. 4. Se necesita un cuerpo sistemático de conocimientos que no se adquiere a través de la experiencia. 5. La adquisición de este cuerpo de conocimientos y el desarrollo de destrezas requiere un prolongado período de enseñanza superior. 6. El período de formación y entrenamiento implica también la socialización de los candidatos en los valores y cultura de la profesión. 7. Estos valores tienden a centrarse en el interés del cliente, y a veces se hacen públicos en un código ético. 8. Es esencial que el profesional tenga libertad para poder juzgar y decidir en cada momento. 9. Los componentes de la profesión se organizan como grupo frente a los poderes públicos. 10. La duración de la formación del profesional, su responsabilidad y la dedicación al cliente se recompensa con un alto prestigio social y una elevada remuneración.” (En E. Hoyle y J. Megarry, (Eds.). Professtonal Development of Teachers. London, Kogan Page, pp. 42-54.)

Otra ordenación de los rasgos que debería presentar una profesión, -creemos que se acerca a lo que podría ser un docente- para considerarla como tal destaca Liberman (Citado por Ghilardi, 1993):

  • Ser un servicio esencial, definido y único.
  • Que desarrolle técnicas intelectuales para llevar a cabo el servicio.
  • Que exija un periodo extenso de estudios.
  • Que tenga un espacio de autonomía.
  • Responsabilidad en el ámbito específico.
  • Anteponer el servicio prestado antes que el beneficio económico.
  • Tener un órgano de autogobierno para juzgar la actividad que se ejerza” (GHILARDI, Franco (1993). Crisis y perspectivas de la profesión docente. Barcelona: Gedisa).

Concluyendo afirma que

“a la luz de los criterios señalados aquí el análisis de la actividad docente muestra claramente por qué con mucha frecuencia se define la enseñanza como una semi-profesión. En efecto, con respecto a otras actividades (piense en el sector médico o legal), la enseñanza solo cumple parcialmente -y en un grado seguramente inferior- los requisitos antes mencionados”.

Sin embargo habrá que recordar que ni las profesiones más liberales cumplen con todo lo planteado, pues en todas las profesiones se señala el beneficio económico al servicio prestado y viceversa. Musgrave (1986), un sociólogo de la educación, sugiere que son seis los perfiles de las profesiones:

  • El cliente ignora muchos aspectos profesionales por los cuales tiene que recurrir a un profesional al que se le ha exigido estudios, capacidades y formación.
  • El profesional tiene formas muy establecidas de controlar el ingreso de acuerdo al esfuerzo exigido por el cliente.
  • El profesional tiene un código de conducta que regula su relación con el cliente.
  • La profesión tiene amplia libertad a cambio de limitaciones por el código de conducta.
  • Los profesionales tienen asociaciones para reglamentar el acceso y el ejercicio académico de sus miembros.
  • Las condiciones de trabajo son establecidas por sus miembros.”

El autor concluye:

“…sería más acertado considerar que la enseñanza es una ocupación – si bien con cierto status- , y utilizar el marco de referencia propuesto por Johnson para descubrir cuáles son las influencias sociales que se ejercen sobre la ocupación docente (…)”. (MUSGRAVE, P.W. (1983): Sociología de la educación. Barcelona: Herder).

No obstante lo dicho, la docencia no termina por ser considerada una profesión. Sea por su condición social, laboral o simplemente por el bajo sueldo. La comunidad la considera -más allá de las consideraciones académicas- una profesión vital para el apropiado desarrollo de niños y adolescente que serán médicos, sociólogos, psicólogos, ingenieros, o nuevos profesores a pesar de que no existe unanimidad al respecto. Según Montero, L. (2001) existen algunas razones por las que la profesión docente quede debilitada en función de otras profesiones:

  • El origen social de los aspirantes a la profesión, generalmente clase media, media-baja o baja.
  • La feminización de la enseñanza.
  • El salario.
  • La cualificación académica exigida” (Montero, L. (2001). La construcción del conocimiento profesional docente. Rosario: Homo Sapiens).

En este campo se ha avanzado mucho, pero es necesario hacer más visibles los aportes que en pedagogía se viene dando para la edificación de la identidad en la cimentación del saber pedagógico. El docente en todo este devenir ha elaborado y erige una identidad profesional y disciplinar basada en la fundación de saberes teóricos y metodológicos desde una reflexión amplia y crítica tomando en cuenta la práctica reflexiva. La construcción del saber pedagógico se afirma en todo momento en la práctica y teoría reflexiva, crítica y con identidad como dice Philippe Perrenoud.

(1) Duarte Cristancho, Jemima. Formación permanente de docentes en servicio, alternativa para la enseñanza y el aprendizaje de la lengua escrita en la educación básica integral. Universitat Rovira i Virgili / Departament de Pedagogia. Cataluña Sur. 2007.

(2) TENTI (1988) El arte del buen maestro. Editorial PAX México D.F


2 Comentarios

YESENIA SOSA · 16/08/2019 en 9:59 PM

Para ser un buen docente debe amar primero lo que hace para poder entregarte por completo a desarrollar un buen saber en los alumnos y cooperar con ellos a que puedan desarrollar sus competencias para la vida, debe el docente tener en cuenta que todos los profesionales pasaran por sus manos por eso debe trabajar un buen producto para poder tener en el futuro los mejores médicos, construcciones segura debido a que los ingenieros y arquitectos están muy bien preparados, nuestros hijos pueden ir sin problema al hospital porque tendrán un trato de primera porque las enfermeras entan muy bien preparada en su área y hasta el personal administrativos tiene muy buen desempeño en sus funciones, ya que de eso se trata de preparar individuo para la vida.

El quehacer del maestro (II) – FORO EDUCATIVO · 09/07/2019 en 9:42 AM

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