Por: Luis Miguel Saravia

1. Profesores del Siglo XXI. Alvin Tofller en La Tercera Ola escribía

“Una vez que empecé a pensar en términos de olas de cambio que entrechocaban y se arremolinaban, provocando conflicto y tensión a nuestro alrededor, cambió mi percepción del cambio mismo. En todos los campos, desde la educación y la salud hasta la tecnología, desde la vida personal hasta la política, se hizo posible distinguir aquellas innovaciones que son meramente cosméticas, o simples extensiones del pasado industrial, de las que son verdaderamente revolucionarias” (Alvin Toffler, 1980 Plaza & Janes. S.A.. Editores). 

El tiempo le va dando la razón.  La educación se ha vuelto el motor del desarrollo y permite abrir y contribuir a los procesos que demandan las realidades diversas. Los sistemas educativos de un inicio elemental, llegan al siglo XXI presentando una nueva estructura, que demanda a la vez una formación docente que no sólo domina la pedagogía, la metodología, la didáctica, sino se complementa con estudios especializados que demanda la atención de educandos en un país diverso como el nuestro.

En la era de las nuevas tecnologías la profesión docente se está rediseñando, teniendo en cuenta sus múltiples funciones y los nuevos campos de acción que se abren y que exigen a la pedagogía. La liberalización  del mercado, la mundialización de la economía, la tecnologización de la sociedad de la información y otros, ponen a la educación en el ojo de la tormenta, por las exigencias del nuevo sistema político como espacio de trasmisión de valores e instrucción y formación de ciudadanos. Nos acercamos a lo que sería una aproximación a la resignificación pedagógica. Apreciamos multiplicidad de responsabilidades y se constata sus desfavorables condiciones socio-económicas. ¿Por qué, si se puede planificar recursos para infraestructura, materiales y equipos, no se tiene en cuenta una fórmula para que las remuneraciones se eleven en función de la responsabilidad que se asume? Convendría una actualización periódica de remuneraciones concordante con la resignificación de funciones de la manera como en el aspecto profesional lo demanda la ley magisterial. (Glosado de: La profesión docente, sus múltiples funciones y campos de acción: Aproximación a la resignificación pedagógica, en Pedagogía y Saberes Nº 29. Universidad Pedagógica Nacional. Facultad de Educación, 2008. Bogotá, Colombia).

Foto: Andina

Un tema para considerar y debatir por ser de justicia. “Se exige mucho al docente, incluso demasiado, cuando se espera que calme las carencias de otras instituciones también responsables de la enseñanza y la formación de los jóvenes. Mucho se le pide, mientras que el mundo exterior entra cada vez más en la escuela, en particular a través de los nuevos medios de información y comunicación. Así pues, el maestro se encuentra ante jóvenes menos apoyados por las familias o los movimientos religiosos pero más informados. Por consiguiente, debe tener en cuenta ese nuevo contexto para hacerse escuchar y comprender por los jóvenes, o la utopía necesaria para despertar en ellos el deseo de aprender y para hacerles ver que la información no es conocimiento, que éste exige esfuerzo, atención, rigor y voluntad” (http://www.unesco.org/education/pdf/DELORS_S.PDF).

2. Retos y exigencias. Más allá de las consideraciones manifestadas en torno a un antiguo debate sobre técnico o profesional, el docente cumple una misión en su actividad diaria. Esta misión responde a una vocación entendida como una responsabilidad, pues vive para una causa como decía Weber. Esta causa específica, no se encuentra al margen de los acontecimientos sociales, que sin ser determinantes, influyen en sus expectativas y decisiones. Por ello no se puede negar que el compromiso con la docencia, la identidad con la profesión docente, está en crisis por un lado por las condiciones de vida de una sociedad urbana industrial y por otro lado, por una realidad diversa, intercultural donde debe desempeñar sus funciones.

Vivimos una época en que al docente no se le tiene en cuenta. Se dice que ha perdido liderazgo. Pero ¿acaso no es el sistema que lo relega cuando no lo toma en cuenta para opinar acerca de la sociedad y la política, cuando se relaciona con lo educativo? La ausencia del docente en el debate educativo se atribuye a que es dogmático y superficial. Por ello, se le suple por políticos, por economistas por representantes de instituciones/corporaciones internacionales que cuentan con grupos de reflexión e investigadores rentados que son enviados dirigiendo misiones sobre educación, como si fuera una operación financiera con maquillaje educativo, dirigido a mejorar la productividad. El discurso pedagógico ha sido reducido al mínimo. Transitamos por los carriles de lo que Drucker llamó la Era del conocimiento, donde surge una nueva clase: “los trabajadores del conocimiento” con un rol social, un empleo y modus vivendi obtenido en la educación formal. El discurso de Drucker es inquietante cuando se refiere a la escuela, institución clave, pero no como hoy la conocemos y opina que “la performance de las escuelas y sus valores básicos se volverán una preocupación de la sociedad entera, dejando de ser considerados asuntos profesionales de responsabilidad exclusiva del educador” (Knowledge Work and Knowledge Society, The Social Transformations of this Centrury, Harvard, mayo 1994). Concluyendo el discurso formula que “la sociedad del conocimiento no es que nos enfrenta a los problemas sociales, sino está creando oportunidades sociales sin precedentes” (P Drucker, Op.cit). Y estima que se abren “increíbles oportunidades de negocio” para las organizaciones del “renacido mercado de la educación”. Serán por lo tanto ellas las que determinarán las formas sociales a futuro.

En esta era poco se dice de quien marca este cambio. Advierte sin embargo que la “nueva economía” aliada con la tecnología en comunicación e informática “necesita echar raíces en la educación pública para hacerse sustentable”. Sobre los valores advierte que “dejarán de ser considerados asuntos profesionales de responsabilidad exclusiva del educador”.

Estos conceptos han sido la guía desde hace mucho (casi 25 años) de quienes descubrieron una “veta” en los nuevos caminos que se iban abriendo y proyectando. En educación bien sabían Drucker y sus seguidores que tenemos lo que llaman “la deformación profesional” por ser personas éticas, morales, disciplinadas y observantes de un quehacer elevado que entraña ser educador, pues trabajamos con personas, y es obligación difundir valores éticos y no transar con quienes se identifican con el darwinismo social y la competencia, donde el más fuerte es el que triunfa, y no el mejor. Somos parte de este modelo que bajo distintas banderas motivadas por olas de reformas y consignas (calidad, gestión, emprendedurismo, competitividad y otras) del mundo corporativo, los sindicatos se han opuesto de distinta manera (mediante pliego de reclamos, lucha por vigencia de derechos profesionales, etc.) alterando estrategias de planes globales y de estandarizaciones que invisibilizan al ser humano y el desarrollo de sus capacidades.

¿Qué hacer? ¿Asumir múltiples funciones y campos de acción? Eso sería seguir la receta de Drucker. Debería analizarse la profesión docente recuperando la intelectualidad seria y responsable, profunda y comprometida de la vocación y muy crítica de todo aquello que no concuerde con los ideales educativos. De no hacerlo los mensajes, las consignas desviarán la verdad y lo auténtico para convertir al docente dependiente e instrumento de quienes hoy difunden el modelo de reforma. Es necesario rescatar el afán de ser críticos y debatir la historia que se enseña, teorizar sobre las ciencias. Hoy es necesario asumir que ya no alcanza defender los derechos de la profesión con arengas políticas en medio de la lucha sindical. Es necesario comprender la magnitud de las amenazas que se ciernen sobre la educación y recuperar el rol de intelectuales -aunque para algunos suene a quimera- para encontrar una respuesta al problema que se afronta y construir una réplica con estrategia para recuperar el reconocimiento de la comunidad y las otras profesiones. 

En este nuevo quehacer, el debate no debe quedarse en si ser docente es desempeñar una ocupación o una profesión, sino en tomar la decisión de convertirnos en docentes como pensadores críticos y capaces de formular una alternativa,  donde el ser humano sea el centro y no la actividad puramente productiva. Así estaremos en igualdad de condiciones con quienes pretenden apropiarse de la educación. Es urgente por nuestra responsabilidad asumida al jurar al recibir del Título en nombre de la Nación y por la sociedad a la cual pertenecemos. La profesión docente desde la pedagogía demanda mayores exigencias. No la defraudemos. 

Finalizo con el texto denominado Pistas y Recomendaciones, contenido en el Cap. 7 del Informe Delors: El personal docente en busca de nuevas perspectivas.

* Aunque es muy diversa la situación psicológica y material de los docentes, es indispensable revalorizar su estatuto si se quiere que la “educación a lo largo de la vida” cumpla la misión clave que le asigna la Comisión en favor del progreso de nuestras sociedades y del fortalecimiento de la comprensión mutua entre los pueblos. La sociedad tiene que reconocer al maestro como tal y dotarle de la autoridad necesaria y de los adecuados medios de trabajo.

* Pero la educación a lo largo de la vida conduce directamente a la noción de sociedad educativa, es decir, una sociedad en la que se ofrecen múltiples posibilidades de aprender, tanto en la escuela como en la vida económica, social y cultural. De ahí la necesidad de multiplicar las formas de concertación y de asociación con las familias, los círculos económicos, el mundo de las asociaciones, los agentes de la vida cultural, etc.

* Por tanto, a los docentes les concierne también este imperativo de actualizar los conocimientos y las competencias. Hay que organizar su vida profesional de tal forma que estén en condiciones, e incluso que tengan la obligación, de perfeccionar su arte y de aprovechar las experiencias realizadas en las distintas esferas de la vida económica, social y cultural. Esas posibilidades suelen preverse en las múltiples formas de vacaciones para educación o de permiso sabático. Deben ampliarse estas fórmulas mediante las oportunas adaptaciones al conjunto del personal docente.

* Aunque en lo fundamental la profesión docente es una actividad solitaria en la medida en que cada educador debe hacer frente a sus propias responsabilidades y deberes profesionales, es indispensable el trabajo en equipo, particularmente en los ciclos secundarios, a fin de mejorar la calidad de la educación y de adaptarla mejor a las características particulares de las clases o de los grupos de alumnos.

* El informe hace hincapié en la importancia del intercambio de docentes y de la asociación entre instituciones de diferentes países, que aportan un valor añadido indispensable a la calidad de la educación y, al mismo tiempo, a la apertura de la mente hacia otras culturas, otras civilizaciones y otras experiencias. Así lo confirman las realizaciones hoy en marcha.

* Todas las orientaciones deben ser objeto de diálogo, incluso de contratos, con las organizaciones de la profesión docente, esforzándose en superar el carácter puramente corporativo de tales formas de concertación. En efecto, más allá de sus objetivos de defensa de los intereses morales y materiales de sus afiliados, las organizaciones sindicales han acumulado un capital de experiencia que están dispuestas a poner a disposición de los decisores políticos.

La ruta está marcada. ¿Cuánto se demorará en formar parte de una política que renueve la docencia?

Lea también, la primera parte de este artículo.


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