Estamos en tiempos de pandemia. No pode­mos pensar hoy en la educación sin conside­rar al mismo tiempo la crisis social que afecta la vida de los educandos. Antes que las clases vir­tuales, muchas familias están preocupadas por tener con qué comer, cómo pagar el alquiler, el agua, la luz. El bono universal reciente es una medida acertada y habrá que garantizar que se concrete.

El virus de la pande­mia se ha hecho aliado del virus de la pobreza y la crisis sanitaria es a la vez una crisis hu­manitaria. Después de esta sacudida universal, tendremos que imaginar cómo queremos que sea la sociedad, porque ya no será la misma de an­tes. Tampoco el sistema educativo.

Hay 2 dimensiones en la relación de la pande­mia con la educación. En esta ocasión abordamos la primera: el valor de la educación como bien público.

Se ha necesitado una pandemia para enten­der la importancia de la educación pública. El covid19 ha desnuda­do no sólo el alto grado de desigualdad social, sino la precariedad a la que fueron sometidas la educación y la salud públicas. Vemos por la TV que no hay suficientes camas, ni respiradores, ni mascarillas, ni equipos de protección. Pero no vemos que tampoco hay luz agua y desagüe en todos los colegios (Sólo 4 de cada 10 los tienen) y la infraes­tructura escolar está su­mamente deteriorada (hay únicamente 18% de cole­gios en buen estado, el 25% requiere reparación total o parcial). Si se abrieran las escuelas, los niños estarían sobre expuestos al virus, no sólo por el contacto social sino por las condiciones de salubridad. En las escuelas rurales la situación es aún más grave.

La nueva sociedad des­pués del coronavirus tendrá que asegurar que no exista ningún colegio sin agua, luz, desagüe e internet. Te­nemos una enorme brecha digital pues solo 60% de la población accede a internet. Éste, al igual que el agua y la luz, son hoy servicios esenciales y no se puede escamotear recursos para garantizarlos. Esperemos que se cumpla el anuncio del presidente Vizcarra de que “priorizar salud y edu­cación serán las bases del desarrollo de la sociedad” (20 abr) y que las TICS (com­plemento de la necesaria educación presencial) sean de apropiación universal, con maestros capacitados para usarlas.

El coronavirus también ha desvestido las miserias de la mercantilización de la educación, de “esa apuesta en la cual el Estado debía desaparecer o minimizarse y dejar que la competencia y el libre mercado hicieran el milagro de la calidad” y por la cual muchos colegios privados podrían cerrar.

Una fuerte proporción de ellos no tiene condiciones para garantizar una educa­ción virtual. Es la oportu­nidad para que una edu­cación pública fortalecida atraiga a esos alumnos. En este sentido va el anuncio gubernamental de generar las condiciones para acoger a quienes quieran migrar de la educación privada a la pública. Hoy los bancos y las empresas (entre ellas las escuelas-empresas) piden ayuda/salvataje al Estado que antes menospreciaron. “Que se la pidan a la mano invisible de Adam Smith que todo lo regula, menos las crisis” dice un maestro y líder social colombiano.

Es la ocasión de apostar por la escuela pública de calidad, aquella que igua­la y que permite pensar el Perú como colectivo. Que desaparezcan las escuelas-empresa, los padres-clien­tes y la formación para la competencia salvaje. Será un paso adelante en la perspectiva de eliminar el lucro en la educación. Esta es un bien público, no una mercancía que pri­vilegia a los que pueden pagarla.

Todos los esfuerzos por achicar desde ahora las brechas son positivos. El sistema educativo tuvo que responder sin mayor preámbulo ni tiempo para planificar. Funcionarios, directivos, maestros y maestras están actuando con rapidez, con voluntad y con creatividad. Sin ser perfecto, es un esfuerzo con signo esperanza­dor.

Pero se requieren de­cisiones más fuertes, de Estado. Hoy las diversas brechas se están cubrien­do sólo con transferencias temporales a salud y edu­cación. Estamos no ante un problema temporal, sino frente a un asunto estructural: configurar políticas de Estado consis­tentes y solventes en edu­cación y salud. Se impone tomar la decisión política de elevar sustantivamente los presupuestos de estos rubros, achatados desde hace tiempo, y situados a la cola del promedio de América Latina. Es hora de cumplir la meta de destinar al menos el 6% del PBI a educación que estipula el Acuerdo Na­cional.

NOTAS:

1.- ESCALE 2018

2.-Exministra Gloria Helfer


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