Por: Luis Miguel Saravia

1. Por estos días. El crudo invierno que se vive en la capital, el fragor de los debates en el congreso de la República, los Juegos Panamericanos Lima 2019 y las vísperas de las Fiestas Patrias, sin duda no son el ambiente para reflexiones educativas. Sin embargo es necesario que como protagonistas o espectadores de estos hechos apreciemos con ojos pedagógicos lo que vienen dejando estas diversas dinámicas. 

Estos días pasan y muchos en el nombre del bicentenario. Sin embargo constatamos que la inequidad sigue campante como la corrupción, la burla a la ley, el refugiarse en beneficios individualistas y perniciosos.

Quedan sin nombrar otras lacras que nos impiden alcanzar objetivos de desarrollo humano, decisiones en defensa de los pueblos originarios de la Amazonía y su ecosistema. El discurso es lacerante, pero constatamos que estamos “atollados” en aquellos textos que Milla Batres reunió con el título “¿En qué momento se jodió el Perú?

2. La educación en el discurso. Invisible en contenido. ¿Todo está bien? Igual que en otra época. Las estadísticas no educan, no forman. La infraestructura no promueve ni acoge. Se sigue teniendo una visión fría, indiferente a lo esencial -contenidos, formación de educandos y formación docente-.  ¿Por qué no marcar el rumbo? No se trata de volver al pasado, sino de pensar en prospectiva sin renunciar a lo básico y esencial de lo que postula una educación integral intercultural para un país diverso y que prepara y forma a niños y jóvenes. Además, es el docente bien formado y sostenido en su actualización quien hace posible una educación que responda a los retos de ciudadanía, de democracia, de solidaridad, de equidad.

Pareciera que se habla para Lima, la capital, y no para un país intercultural. Qué decir de las tensiones que se viven en cada sector. Todo “sobre rieles” como quieren los cánones de un país dependiente de las decisiones de lo que decidan organizaciones internacionales (OCDE; BID, BM y sus agencias) que desarrollan su estrategia de acuerdo a coyunturas e intereses. Una manera de estandarizar, a pesar de las inequidades, de la diversidad, y de las características de su población. ¿Podemos seguir estandarizando medidas cuando somos un país diverso?

Ya en la mañana del domingo 28 el Arzobispo de Lima en la Misa y Tedeum celebrada en la Catedral, llamó a la reflexión sobre el país y las autoridades: “…hoy nuestro país vive todavía tiempos de oscuridad, que derivan de una corrupción que llega a las más altas autoridades y grupos de la dirigencia nacional. Por eso el papa Francisco preguntaba: “¿qué le pasa al Perú que cada uno que deja la presidencia lo meten preso?”. Hoy no podemos celebrar sin preguntarnos todos, hondamente, ¿qué pasa con la dirigencia nacional y con los grupos implicados? ¿Y qué nos pasa a los peruanos que los elegimos y nos dejamos guiar por ellos? Esta situación ha alimentado una desconfianza en las instituciones que va en aumento (incluidas las iglesias), mientras el interés particular crece sin parar, burlando el bien común. Por eso se nos hace difícil ver una luz. Y por eso también estamos desafiados a convertir esta crítica situación en una ventana de oportunidad. Resulta indispensable que todos nuestros actuales líderes tengan y tengamos la capacidad de poner al Perú por encima de los propios intereses, incluso los legítimos. Y nuestra sociedad civil, y sin duda la Iglesia, está llamada a mantenerse firme frente a quienes se resistan ante lo que es una demanda abrumadora de la patria. Nuestra Iglesia no es ajena a esta realidad. Los dos siglos que han pasado muestran que nuestros mejores momentos han venido no de una fe ciega, sino de una fe lúcida, reflexiva, consciente y responsable. Ella nos permitió renacer y volver a la condición más íntima de nuestro ser para recapacitar, y mejorar. Ahora, en una coyuntura que acumula “una historia de larga duración”, es más propicio afrontar nuestros grandes problemas, “volviendo a ser como niños”, renaciendo, recapacitando, acogiendo el espíritu de amor y justicia, reflexionando y actuando a favor de nuestro pueblo. Nos conviene dialogar con el espíritu que brota del sentir popular. Quienes lo hicieron en el pasado aprendieron que para comprender la anchura y hondura de cada coyuntura, se requería de una apertura de espíritu mucho mayor, capaz de abarcar la inmensidad de detalles que están en juego. Porque cuanto más compleja es una situación, mayor anchura y profundidad de espíritu es necesaria. Ninguna ideología ni teoría son suficientes. Se necesita renovar la fe. Dice el papa Francisco: «una fe que no nos pone en crisis es una fe en crisis; una fe que no nos hace crecer es una fe que debe crecer; una fe que no nos interroga es una fe sobre la cual debemos preguntarnos; una fe que no nos anima es una fe que debe ser animada; una fe que no nos conmueve es una fe que debe ser sacudida» (21/12/2017). La fe le dio a nuestro pueblo la capacidad de soportar y esperar, y hoy nos puede dar la capacidad de recuperar la sensibilidad, reflexionar, imaginar y crear. Esta fe es capaz de contribuir a generar un amplio proceso de conversión personal y social, suscitando “reformas audaces, profundamente innovadoras” (PP, PVI). Ese es el espíritu que también animó a la mayoría de nuestros héroes, con gestos de amor martirial que quedaron para que la patria no muriera: de Micaela Bastidas a Túpac Amaru, de José Olaya a María Parado de Bellido, y luego de Miguel Grau y Francisco Bolognesi a Andrés Avelino Cáceres. Encontramos anchura de espíritu, fortaleza de fe, generosidad sin límites y honestidad a toda prueba. Nuestra nación, aun en formación, clama por “esa urgencia de decir nosotros”, como insistió Gonzalo Portocarrero. Y esa urgencia conlleva un inmenso proceso de amor, de solidaridad, de comprensión, de aprecio, valoración y aliento mutuos. Esa es la actitud que hoy nuestro pueblo reclama de todas sus autoridades, políticas, sociales y también eclesiales. Es una demanda auténtica y legítima, que como tal tenemos el deber de asumir (https://www.arzobispadodelima.org/2019/07/28/misa-y-te-deum-por-el-198o-aniversario-patrio-homilia/).

3. Un recodo en el camino. Pensando en positivo, lo expresado por el Presidente de la República en el Congreso al final de su mensaje a la nación, abre una ventana de esperanza, para que aquellos que festinan el poder sin pensar y menos trascender, en seguir construyendo y fortaleciendo la democracia, de una vez por todas dejen de destruir las instituciones y dejen que la probidad y equidad retorne a nuestra sociedad. Una entrevista a nuestra historiadora Mc Evoy nos recordaba lo que escribió un fujimorista de primera hora, antes de ser captado por las promesas, pero no ideas, de Alberto Fujimori. Se trata del reconocido Pablo Macera “…quien afirma que la llegada del pensamiento crítico colaboró en la socialización de un conjunto de ideas, entre ellas el de justicia que constituye hasta hoy nuestra gran falencia, sugiere una motivación de los ilustrados que yo considero fundamental relevar en estos tiempos de cinismo y desesperanza. Aparte de conformar un colectivo social que asume una “función intelectual” en tiempos de zozobra, los mercuristas, de acuerdo con Macera, obran por “amor al Perú” y así lo dejan ver a lo largo de toda su obra. Y si bien es cierto el peligro del utilitarismo ilustrado que puede derivar en exclusiones, como ocurrió con la aristocracia del saber herreriana que duró poco y nada, es reconfortante encontrar, y a mí también me ocurre en mis estudios del siglo XIX, una corriente de auténtico amor por el Perú y preocupación por su destino. Son los representantes a veces anónimos de esta tendencia, poco apreciada, los que dan la batalla a pesar de la magnitud de la tarea que bien sabemos es titánica”. (Carmen McEvoy, Conversaciones sobre el Perú. El Comercio, 28.07.19)

Un 28 de Julio con una homilía histórica y esclarecedora que se vincula con el sentir del discurso y pensamiento de quienes desde la sociedad civil y religiosa forjaron la identidad nacional sin dejarse conquistar con decisiones en ralentí, como quería San Martín, sino por el sentir de los que se sentían peruanos, ciudadanos que pertenecen a la nación peruana. Resuenan las palabras de Sánchez Carrión frente a la propuesta cuidadosa de San Martín sobre el protectorado a establecerse y la búsqueda de un príncipe europeo para la “transición” de virreinato a república: “sí, seríamos muy buenos vasallos, pero nunca ciudadanos…” (Citado por C.McEvoy en Entrevista en Revista Domingo, 28.07.19).

El mensaje del Presidente cobró sentido cuando pronunció las siguientes palabras:

Hoy propongo a este parlamento, quizás su mayor reto en todo el período congresal, y les exhorto hacernos cargo de esta realidad, teniendo un acto de dignidad y de reivindicación por el país. Por todo lo mencionado, propongo una salida a esta crisis institucional. Presento al Congreso una reforma constitucional de adelanto de elecciones generales, que implica el recorte del mandato congresal al 28 de julio del 2020. De igual modo, en esa reforma se solicita el recorte del mandato presidencial a esa misma fecha. La voz del pueblo peruano tiene que ser escuchada, por ello esta reforma constitucional deberá ser ratificada mediante referéndum. Esta solicitud la hago dentro del marco y respeto irrestricto a la Constitución Política del Perú. El Perú reclama a gritos un nuevo comienzo, los peruanos deben poder elegir su destino para dar paso al Perú del bicentenario. Con esta acción se reforzarán los cimientos de nuestra República, aunque ello implique que todos nos tengamos que ir. Señores congresistas, ¡el Perú Primero! Recuperemos la confianza de la gente y demostrémosle al país que todos, sin importar banderas políticas, estamos unidos en la lucha contra la corrupción y podemos combatirla con firmeza y determinación, conduzcamos al país a esta nueva etapa, con grandeza y sin mezquindades. Si trabajamos unidos, los peruanos somos capaces de todo. No debemos permitir que nadie nos diga que no se puede. Siempre el Perú es una Posibilidad. Está en nuestras manos construir esta nueva etapa que el país requiere, está en nosotros afianzar el orgullo peruano, poner la historia en nuestras manos y caminar firmes y unidos hacia el Perú del Bicentenario.

Reto y enseñanza. Una lectura de la realidad desde los peruanos de todo el país y no de aquellos que cómodamente reciben instrucciones de grupos de poder haciendo uso y abuso de sus medios. Reto y desprendimiento. Decisión y ética. Muchas enseñanzas nos depara este 28 de julio que sería conveniente desarrollarlas en las instituciones educativas con los alumnos y alumnas.


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