Manuel Valdivia Rodríguez

Asociado de Foro Educativo

Con profunda tristeza, quiero expresar mi testimonio de amistad y admiración por Lila Tincopa, que ha cruzado ya el umbral definitivo.

Conocí a Lila en los a comienzos de los 70’, en los tiempos arduos en que se estaba implementando la Reforma Educativa, que escribo con mayúsculas porque fue una reforma total del sistema educativo peruano.

Lila era jefe de la Unidad de Currículo de la Dirección General de Educación Básica Regular, Especial e Inicial, a cargo de Rolando Andrade. Esa era la unidad que debía diseñar el currículo para la Educación Básica Regular y formular el sistema de evaluación. Eran solo tres, Lila, Dina Kalinowski y una compañera más cuyo nombre huye de mi memoria sin que aminore mi aprecio por ella, y su trabajo era seguido los especialistas de áreas que trabajábamos en la Dirección de Educación Básica. He sacado la cuenta; éramos treinta, todos profesores con diez, quince o más años de trabajo en aula, que habíamos sido convocados para asumir la tarea de construcción del currículo y conocíamos de cerca los problemas que la reforma intentaba superar. Fueron tiempos de búsqueda, pues se inauguraba una forma nueva de plantear la organización del currículo. En esos días la fuente de la teoría curricular estaba en la obra de Gagne, Mager, Bruner, Taba, que estaban en plena creación de sus propuestas; estaba en los trabajos, de los especialistas del INIDE con la dirección de Raúl González Moreira; estaba en las orientaciones cercanas y exigentes del Consejo Superior de Educación, y principalmente de uno de sus miembros, Walter Peñaloza.

Tal vez esta es la mejor oportunidad para mencionar a los amigos que trabajaban en el piso siete del Ministerio de Educación, en el Parque Universitario. Lo hago al recordar a Lila porque todos debíamos poner a los ojos de la Unidad de Currículo, es decir de Lila y su equipo, los borradores que escribíamos a mano, que conseguían descifrar las tres mecanógrafas de la dirección. Muchos, la mayoría, se le han adelantado a Lila; ya no están entre nosotros, pero queda su huella en los actuales programas curriculares. 

Comienzo por el equipo de Educación Psicomotriz porque quiero mencionar, en el primer lugar, a otra gran maestra que fue nuestra Josefa “Pepita” Lora, que laboraba con Fabio Navas; a su lado, casi codo a codo, el equipo de Ciencias Naturales, con Florencia Barrón, Elisa Perea y Benjamín Morote, que era especialista del PRONAMEC pero se juntaba con el equipo para sostener un enfoque de ciencias integradas; al frente, para ocuparse de Matemática, Carmen Lumbreras, hermana del historiador recientemente fallecido, Gustavo Rojas y Ana Ayala, que después sería mi esposa, construyendo la unidad de las matemáticas en vez de las disciplinas separadas de antes; cerca, Norma O’Hara, Celia Scheroth y Emilia Falconí trabajando en Educación por el Arte  (insistiendo en el “por el arte” y no en el simple adjetivo ‘artística’); al otro lado de la columna Teresa Baldassari y Oswaldo Broncano, en procura de algo nuevo en la educación de los niños: la “Educación para el trabajo”; al frente, en una mesa que parecía una isla en la sala, Marisa Santillana y dos compañeras más (donde estén, ellas me perdonarán que no recuerde sus nombres) también, ideando lo que podría ser el área de Personal Social; y en esa misma mesa, Margarita Vergara, ocupada en la adecuación del currículo regular para las escuelas unidocentes; y por allí el equipo de Lenguaje, en el que trabajaba yo, único cantuteño, con tres sanmarquinos: Eduardo de la Cruz, Mario Fernández y Elmo Ledesma, que nos acompañaba cuando podía porque él era especialista de la Unidad de Educación Bilingüe, que por entonces se ocupaba de lenguas extranjeras ya que la EIB estaba todavía en ciernes. Dos eran los jefes: Elías Rossi y Alfonso Ramos, que se sentaban con todos los equipos para discutir con mirada aguda lo que avanzábamos día por día, a veces como Penélope, destejiendo y retejiendo lo que habíamos avanzado).

Todos trabajamos con fervor por esos años: fueron construidos los programas curriculares de los tres primeros ciclos de EBR, los programas adaptados para educación secundaria y primaria, y los programas para escuelas unidocentes, todos con sus guías metodológicas.

Nosotros teníamos que sustentar nuestras propuestas en tres frentes: ante los especialistas del INIDE; ante los entrenadores de la reforma, que trabajaban sin cansarse por empujar la reforma en todo el país, y ante los profesores, que no aceptaban en ese tiempo una reforma impulsada por un gobierno militar.  Era difícil el trabajo, pero gustoso. Por eso, forjamos lazos de amistad que perduran hasta hoy. La desactivación de la reforma con el gobierno de Morales Bermúdez hizo que nos dispersáramos.

Volví a encontrarme con Lila veinte años después, cuando fue creado Foro Educativo. Después de un tiempo, Lila comenzó a mostrar signos del mal que finalmente la ha vencido. Pero sé que hasta el último puso sus fuerzas por la educación. Maestra, sobre todo. Maestra, al fin. Gratitud a ella.


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