Por Teresa Tovar Samanez
Asociada de Foro Educativo
Cuando pisaba, mis pies se hundían en el suelo. Eran los años 73, 74 y yo subía al cerro El Montón. Era alfabetizadora del programa ALFIN.
El Montón fue el primer botadero de basura oficial de Lima ocupado como vivienda. Ubicado a menos de 2 km (1.800 metros) de la Plaza Mayor y la Municipalidad de Lima.
Era un cerro de basura. Yo sentía el olor fétido que emanaba del cerro, donde vivían cientos de familias pobres, con niños afectados por los gases que brotaban del subsuelo causantes de enfermedades respiratorias e intestinales.
Me pidieron señalar lo principal del legado del programa ALFIN para la actualidad.
1. Pues bien, el primer legado que quiero destacar es que puso adelante aquellos que siempre estaban atrás. Las personas analfabetas, las más excluidas de las oportunidades, pero también las más discriminadas y despreciadas. Los Nadies de Galeano, seres humanos expulsados, a través de múltiples despojos, a lo profundo de la pirámide social. Y allí estaba El Montón como símbolo vivo de ese despojo y de esa indignidad.
Allí llegamos con ALFIN, y en una de sus precarias viviendas enseñamos a leer, mayormente a mujeres, que acudían con la mirada baja y el cuaderno escondido bajo su chompa, avergonzadas y temerosas. Porque muchas faltaban y otras no volvían. Sus maridos se lo
prohibían. Eran víctimas simultaneas de la pobreza y el machismo. Recordemos que el 75% de las personas analfabetas son mujeres.
La alfabetización vino seguida del voto al analfabeto, frutos ambos de los mismos vientos de reforma del gobierno de Velasco, que acabaron con el latifundio y la explotación de los indígenas y campesinos. Ya el patrón no comería más de su pobreza, y ya ninguna persona podría ser ninguneada por no saber leer y escribir. Por el contrario, se les abrió las puertas de la escuela, de la política y de la ciudadanía. Reforma Agraria, Voto al Analfabeto y ALFIN tienen un mismo hilo conductor trazado desde el anhelo de justicia para los más postergados. Hoy para ser congresista ya no se necesita saber leer y escribir. Lo que se necesita es no saber robar. Hoy no se puede despreciar a nadie por ser analfabeto, sino darle la oportunidad de acceder a la educación como derecho inalienable.
Fue un gran avance, pero que tiene aún un pendiente. Todavía tenemos 5,1%de personas analfalfabetas. Y son más del doble en la sierra: 12%. En números absolutos son una cantidad muy grande: 1 millón 800 mil. Ellas nos recuerdan que aún en el Perú de hoy, que pretende entrar a la OCDE, sigue habiendo nadies, sigue habiendo personas que viven en los basurales. Continúan existiendo 10 millones de pobres, que si protestan corren alto riesgo. Como dijo Galeano los ningunos, los ninguneados que no tienen nombre, sino número… cuestan menos que la bala que los mata. No es por casualidad que de los 49 muertos que tenemos por proyectil de arma de fuego, la gran mayoría son personas pobres y del sur andino.
Erradicar el analfabetismo y la violencia contra las personas pobres y andinas sigue siendo un pendiente, pendiente que es parte de la agenda y la lucha por la democracia, hoy bajo seria amenaza.
2. El segundo legado de ALFIN que quiero destacar es su orientación y enfoque. Vinculada estrechamente a los planteamientos de Paulo Freire, ALFIN propuso una educación que partía de la lectura del mundo como contexto. No se alfabetizaba con Coquito, sino con palabras significativas, que se extraían de la realidad de los alfabetizandos, y que, con la iniciativa y creatividad de los equipos locales, utilizaban la lengua de cada territorio.
La primera palabra que utilizamos en El Montón y en otros pueblos jóvenes fue “lote”. Dibujábamos en una cartulina una casita de esteras y debajo estaba escrita la palabra lote. Los que veían la imagen comprendían la palabra porque ambas eran parte central de su vida. No en vano Freire decía que la lectura del mundo precede a la lectura de la palabra.
Pero, además, los alfabetizandos conversaban sobre la imagen y sobre la palabra lote, desarrollando su reflexión y sentido crítico frente a su realidad, frente a los problemas de la vivienda, la pobreza y el Perú en general. Freire decía: Mi visión de la alfabetización va más allá del ba, be, bi, bo, bu. Implica una comprensión crítica de la realidad social, política y económica en la que está el alfabetizado. ALFIN aspiraba a que las personas a las que llegaba el programa, se convirtieran no solo en personas que podían leer, sino en ciudadanos que podían expresar sus demandas y aspiraciones, porque, alfabetizarse no es aprender a repetir palabras, sino a decir su palabra (Freire). En el momento actual esto se condice plenamente con la aspiración a una educación inclusiva y multicultural que sea expresión y herramienta del Perú de Todas las Sangres.
El legado de ALFIN es fundamental para la educación que actualmente se plantea se frasea como aprendizaje a partir de problemas. Ya no se puede enseñar de manera libresca y sin significado. Tampoco se puede enseñar de manera fragmentada, por disciplinas o cursos, ni de manera abstracta, desvinculada de la situación particular, local y nacional. Por eso, hoy ni la educación ni la cultura pueden ponerse de perfil frente a la realidad marcada por la corrupción, el racismo y la violación a los derechos humanos.
El legado pedagógico de ALFIN es medular para el aprendizaje de ciudadanía. Se inscribe en la impronta de una educación que enseña a pensar y no a obedecer. Para continuarlo debemos cambiar el foco de las políticas y acciones educativas. Martha Nussbaum ha planteado que el eje de la educación no debe estar en el crecimiento del PBI ni limitarse a adiestrar en habilidades técnicas, sino que el eje de la educación debe estar en el cultivo de las artes y las humanidades. ¿Por qué? Porque las artes son libres y no se pueden someter, y porque las humanidades nos muestran nuestra memoria y raíces y nuestros problemas y realidades nos enseñan que somos parte de una misma especie. La educación para la sumisión les teme (a las artes y a las humanidades), ya que para seguir lucrando requiere personas dóciles, que no sean dueñas ni de su pasado ni de su futuro.
Pues bien, ALFIN vinculó la alfabetización al arte. Trajo el teatro de Augusto Boal, destacado director brasileño que vino al Perú para promover el teatro Invisible en la campaña de ALFIN. En cualquier lugar, a cualquier hora y circunstancia, se escenificaba una situación conflictiva que involucraba a las personas que estaban en la calle, en el parque o en el bus, y se desataba un diálogo con ellas. El “público” tomaba parte porque se sentía envuelto por lo teatralizado.
De ALFIN hay que rescatar entonces que la alfabetización y la educación no pueden ser concebidas como un acto escolarizado, sino como un acto cultural y como una movilización social. ALFIN se desarrolló en pueblos y comunidades, en alianza con múltiples y diversos actores de los territorios.
En suma, la educación liberadora de Freire y ALFIN hicieron la diferencia. Hoy volvemos a afirmar la apuesta por una educación hermanada con la cultura y construida con los pueblos. Su semilla emancipadora ha quedado como simiente de crecimiento en humanidad para quienes participaron en ella y para todos los peruanos.
El legado de ALFIN es, en especial, para los nadies, para su inclusión social, educativa y cultural, que significa erradicar la discriminación y soldar las fracturas hondas, históricas, de modo que podamos construir Patria.
Referencias
Texto escrito para el 50° Aniversario del Programa de Alfabetización Integral ALFIN, 26 set 2023, Auditorio de Humanidades PUCP, con el auspicio institucional de Foro Educativo.
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