Por la histórica exclusión de los pueblos indígenas
Por Severo Cuba
Ex presidente y asociado de Foro Educativo
Fue un 9 de agosto de 1982 cuando se realizó en Ginebra la primera reunión de trabajo de la ONU sobre población Indígena, por lo que en adelante se estableció esta fecha como el Día Internacional de los Pueblos Indígenas del Mundo. Por ello, el año 2016 el Secretario General de las Naciones Unidas d ese momento, Ban Ki-moon, hizo un llamamiento a los Estados miembros de la ONU en el sentido de aplicar las orientaciones de política que en materia de derechos indígenas se han desarrollado a nivel internacional. Ban Ki-moon les insta a “que aprovechen la orientación que brinda este marco internacional para mejorar el acceso a la educación para los pueblos indígenas y a que reflejen las experiencias y la cultura de esos pueblos en los lugares de aprendizaje”[1]. Efectivamente, existe un conjunto de instrumentos y mecanismos, siendo el más importante la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas[2], aprobada por la Asamblea General el 13 de septiembre de 2007.
La mencionada Declaración, en su artículo 8 establece:
- Los pueblos y los individuos indígenas tienen derecho a no ser sometidos a una asimilación forzada ni a la destrucción de su cultura.
- Los Estados establecerán mecanismos eficaces para la prevención y el resarcimiento de:
- Todo acto que tenga por objeto o consecuencia privarlos de su integridad como pueblos distintos o de sus valores culturales o su identidad étnica;
- Todo acto que tenga por objeto o consecuencia desposeerlos de sus tierras, territorios o recursos;
- Toda forma de traslado forzado de población que tenga por objeto o consecuencia la violación o el menoscabo de cualquiera de sus derechos;
- Toda forma de asimilación o integración forzada;
- Toda forma de propaganda que tenga como fin promover o incitar a la discriminación racial o étnica dirigida contra ellos.
Es a partir de aquí que queremos proponer una reflexión. Es evidente que, por lo menos en el Perú, esta declaración no está suficientemente difundida y menos aún comprendida, tanto en el ámbito de la sociedad -particularmente en los medios de comunicación- como en el Estado, donde todo el funcionariado debiera conocerla para actuar de acuerdo con sus orientaciones. Pero eso no ocurre. La nuestra es una sociedad organizada en base a una lógica de privilegio antes que basada en derechos. Tal vez por ello tenemos una frágil democracia, pues esta no se cimienta en derechos iguales para todos y todas. En nuestro país aún supervive predominantemente una lógica de privilegios y exclusiones.
Mariátegui afirmaba hace casi cien años que la república peruana se fundó “sin el indio y contra el indio”. Al cumplir el bicentenario, miramos nuestra historia y encontramos una historia de reiterada exclusión, me atrevo a decir que en diversos momentos de la historia hemos experimentado situaciones de grave violencia sobre estas poblaciones. En la amazonia, a causa de la explotación del caucho, hemos experimentado un inaceptable holocausto indígena. Y en la amplitud de la geografía nacional se han vivido a lo largo de la historia situaciones de expropiación, depredación y contaminación de sus territorios, una imposición de uso del castellano por sobre las lenguas indígenas, afectación de identidad y la cultura. Hoy sabemos que hay lenguas que han desaparecido y que muchas se encuentran en grave riesgo.
El hecho de que se desconozca o conozca poco los avances en derechos de los pueblos indígenas es un acto voluntario, un soslayar una grave problemática porque una parte de este país no quiere aceptar a la otra parte, no quiere reconocerla como gente igual, como culturas, lenguas y territorios e historia que tienen derecho a existir. Jorge Bruce, en Nos habíamos Choleado Tanto (un libro que debiera ser lectura obligatoria en la formación de policías, militares, abogados, médicos y docentes entre otros profesionales que trabajan para el Estado) señala lo siguiente: “… una de las características peculiares -en nuestra sociedad- de la ideología racista y su placebo, el mestizaje, es la de ser tan insidiosa que parece haberse integrado al paisaje social con una densidad histórica tan apretada que ha llegado a parecernos invisible”. Nadie quiere ver que este racismo es la coartada perfecta para la aceptación de un orden basado en privilegios, nadie se declarará racista sino todo lo contrario. Los hechos, abrumadoramente, demuestran lo contrario. Sabemos que la mayoría de las víctimas del conflicto armado interno fueron hombres y mujeres indígenas. Las movilizaciones sociales recientes involucran también una afirmación identitaria, una defensa del derecho a ser y a ser reconocidos como ciudadanas y ciudadanos de este país. El Mapa Etno Lingüístico de los pueblos indígenas y originarios del Perú es una herramienta que no estamos usando, pese a la existencia de una sentencia del Tribunal Constitucional sobre su necesidad.
La política sectorial de educación de Educación Intercultural Bilingüe (EIB) está en proceso de ajuste. Esperemos que sea para mejor, en coherencia con lo que señala la Declaración de la ONU, particularmente en su artículo N° 8, que recuperamos íntegramente más arriba.
Este artículo advierte sobre la pretensión de asimilación de los pueblos indígenas a ocupar un lugar en la sociedad de privilegios. Nos alerta sobre la noción con que se opera el término inclusión. No se trata de incluir a los pueblos indígenas al Perú oficial. Se trata, así lo demanda a gritos la historia, de construir un nuevo nosotros donde los “otros”, los excluidos de siempre sean partícipes políticamente relevantes de la celebración de un nuevo contrato social entre peruanos y peruanas.
Que este 9 de agosto sea un llamado a crear colectivamente ese nosotros plural y democrático.
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