Por: Candelaria Ríos Indacochea
Foto de portada: Gobierno mexicano
Artículo 1.- Defensa de la persona humana: La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado.Artículo 2.- Derechos fundamentales de la persona: Toda persona tiene derecho (…)
Cuando la Constitución señala “toda persona” sin establecer una excepción, significa que solamente animales, plantas y objetos inanimados están excluidos.
¿Un homosexual será un animal, planta o un objeto inanimado? Para algunas personas parece que sí.
No hay forma de hablar de inclusión y de derechos sin reconocer que las personas lesbianas, gays, transgénero, transexuales, bisexuales, intersex, asexuales, no binarias, con una orientación y/o identidad sexual diferente a la hegemónica, se encuentran en situación de desigualdad y vulnerabilidad.
Parte del problema es la forma como hemos aprendido, y seguimos aprendiendo, el enfoque de derechos: con una mirada individualista donde las personas solo defienden su derecho, perdiendo de vista al otro, y la situación en que se encuentran, como si la capacidad de empatía estuviera bloqueada.
Una madre se preocupa porque su hijo vaya a ser homosexual, se junta con otras que comparten su preocupación y salen con pancartas ofensivas hacia los gays sin pensar en cómo se sentirá otra madre cuyo hijo tiene una orientación o identidad diversa, o cómo se sentirá el niño o adolescente que está explorando su sexualidad. Ese es un bloqueo de la empatía.
Sin la capacidad de ponerse en el lugar de otro, ¿cómo alcanzar el valor cristiano del amor al prójimo?
El antónimo de amor es odio, pero el sentimiento que subyace al odio es el miedo.
Discrepo del término homofobia porque se confunde con las fobias, que son terribles afecciones a la salud mental. El miedo al que me refiero es más social, y no implica un problema de salud.
Este miedo como muchos otros, es irracional, pero no se manifiesta con una crisis frente al objeto temido como un aracnofóbico frente a una araña. Suele alimentarse de teorías conspiracionistas, pero tampoco es el temor a lo desconocido como del que se prepara ante una supuesta invasión alienígena o la tercera guerra mundial.
Es el miedo a ser acusado, señalado, y por ello excluido de la sociedad. La especie humana ha basado su evolución y subsistencia en el gregarismo y asociaciones cada vez más sofisticadas, donde el rechazo y el aislamiento pueden equivaler a una condena de muerte.
Ese miedo a que ella y su familia sean rechazadas por su comunidad si se atreve a tolerar la homosexualidad es lo que bloquea la capacidad empática de esa madre, quien en un mecanismo para justificar ante sí misma su miedo y odio, intenta deshumanizar al que es distinto.
En la historia ya hemos deshumanizado al distinto, incluso legalizándolos contra indígenas, africanos esclavizados, mujeres y personas con discapacidades.
Si esta oleada de odio y miedo logra deshumanizar a las personas LGTBI en el imaginario de las mayorías, es el mismo principio de igualdad y derechos el que está en juego, y con ellos los derechos ganados por otros grupos como mujeres, indígenas, afrodescendientes, e incluso personas con discapacidad.
Los intentos de afectar las normas vigentes sobre el enfoque de género en la educación tienen como finalidad también el iniciar una cacería de brujas, lo cual es una de las estrategias preferidas por los regímenes totalitarios para ejercer el control absoluto. La historia lo ha mostrado.
No es necesario que triunfen en la batalla legal actual, basta que lo hagan en el imaginario y en las normas sociales. Por ello, en este contexto, todo silencio es cómplice.
Publicado originalmente en el blog de la autora.
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