Por: Luis Miguel Saravia
1. Muy citado y poco conocido. El aporte de Dewey-filósofo y pedagogo- a inicios del siglo XX ha sido significativo en el desarrollo de un nuevo sistema educativo. Fue construyendo su propuesta a partir del aporte de la psicología funcional e influida por el naturalista Charles Darwin y el pensamiento pragmático de William James (http://influenciasenlaeducacion.blogspot.com/p/aportes-de-john-dewey.html), Con esa base “construyó una teoría del conocimiento que cuestionó la tradicional disensión entre el pensamiento y la acción”. (http://influenciasenlaeducacion.blogspot.com/p/aportes-de-john-dewey.html), Sostuvo que para alcanzar el bienestar de las personas el pensamiento era instrumental, mediador y evolucionista. De manera persistente demostró cómo las ideas filosóficas podían actuar y adaptarse a los acontecimientos y necesidades concretas de la vida cotidiana. Por ello expresa que “Tenemos que indicar más especialmente cómo el medio social forma a sus miembros inmaduros. No ofrece gran dificultad ver cómo estructura los hábitos externos de acción.” (https://circulosemiotico.files.wordpress.com/2012/10/dewey-john-democracia-y-educacion.pdf).
José González-Monteagudo de la Universidad de Sevilla, en El legado pedagógico del siglo XX para la escuela del siglo XXI. (Barcelona: Graò, 15-39. ISBN: 8478272569), Capítulo John Dewey y la Pedagogía progresista escribe “La importancia de John Dewey (1859-1952) en el panorama pedagógico del siglo XX es innegable y no necesita demasiada justificación. Pocos pedagogos encarnan, como él, la figura del renovador educativo y social que ha caracterizado esta centuria convulsa y atribulada que ahora concluimos. Casi nadie discute que Dewey constituye el pedagogo más original, renombrado e influyente de los Estados Unidos de América y uno de los educadores más perspicaces y geniales de nuestra contemporaneidad.” Y no deja de tener razón. Fue un hombre de acción, que aspiraba a la unificación de pensamiento y acción, de teoría y práctica (M. CATALÁN (1994): Pensamiento y acción. La teoría de la investigación moral de John Dewey, Barcelona. PPU, pp. 142-143). Además de su dedicación en pro de la reforma educativa, defendió la igualdad de la mujer, incluyendo el derecho al voto (fue el único hombre en una manifestación de 1919 que reivindicaba el voto para las mujeres (R.B. WETSBROOK (1991): John Dewey and American Democracy. London. Cornell University Press.) Fue cofundador, en 1929, de la Liga para una acción política independiente, fomentó el sindicalismo docente, alentó la ayuda a los intelectuales exiliados de los regímenes totalitarios. Viajó mucho e impartió clases en México, Europa, Unión Soviética, China y Japón. En estos dos últimos países estuvo un bienio académico. Además, Dewey tuvo una gran influencia en el desarrollo del progresismo pedagógico, desempeñando un papel protagonista en el período que abarca desde finales del siglo XIX hasta la primera guerra mundial. Sin embargo, es poco conocido, pero muy citado.
2. Pensamiento pedagógico de John Dewey. Trataré de puntuar algunas ideas sin desarrollarlas. El pensamiento de Dewey contiene valores sociales, morales y psicológicos que trascienden lo educativo. Su pensamiento filosófico radica en el enunciado que “democracia es libertad” Desde esta perspectiva es un renovador de la educación. Formuló el llamado “método problema” para establecer que el aprendizaje se alcanza mediante una actividad de investigación, realizada por grupos de educandos que son asesorados y orientados por el educador. Para Dewey el aprendizaje derivaba de la investigación científica y en ello planteó el desarrollo de su metodología. Esto confirma su enfoque pragmatista: la práctica es la prueba del valor de la reflexión. Al pedagogo progresista debe situársele en las coordenadas educativas.
Dewey bebe de las fuentes renovadoras de Europa lideradas por Pestalozzi y Froebel. Pero la influencia pedagógica más representativa en Estados Unidos era la de Herbart. Dewey junto a Rice la critica y se sitúa en la óptica froebeliana, en sus primeras obras pedagógicas, y en particular en Escuela y sociedad (The School and Society en M.W., vol. 1, pp. 1-109-1899), Siguiendo a Froebel, Dewey destaca la importancia del elemento activo e impulsivo del niño en el proceso de aprendizaje. Enfatiza la necesidad de combinar el enfoque activo centrado en las capacidades infantiles con el enfoque social del proceso educativo. Busca conciliar elementos que aparentemente son opuestos, pero que tienen en sí mismos algún grado de verdad o validez (DEWEY (1902): El niño y el programa escolar. Buenos Aires. Losada, 1967). Dewey que vivió el acelerado proceso de industrialización y de crecimiento experimentado por los Estados Unidos (fines del siglo XIX y primer tercio del siglo XX) expresa en el libro, cuyo título lleva el presente artículo, que la filosofía “relaciona el crecimiento de la democracia con el desarrollo del método experimental, con las ideas evolucionistas en las ciencias biológicas y con la reorganización industrial” (J. DEWEY (1916): Democracia y educación. Introducción a la filosofía de la educación. Madrid. Morata, 1995) .Sin ser marxista ni revolucionario, se convirtió en un reformador social insatisfecho con la democracia de su tiempo; sin ser un positivista en toda regla, se hizo un defensor incansable de las virtudes de la ciencia contemporánea; sin ser un darwinista social, defendió la idea del cambio y del progreso, así como la necesidad de adaptación a las transformaciones sociales derivadas del desarrollo de la industria, del comercio y de las comunicaciones.
A diferencia del movimiento de la Escuela Activa europea, el movimiento progresista norteamericano tuvo desde sus comienzos un fuerte contenido de reforma social, comprometido con la crítica a las limitaciones de la democracia y de la economía del momento. Joseph Rice, pediatra, cercano a Dewey, fue quien diagnosticó el penoso y deficiente estado en que se encontraban las escuelas norteamericanas. Esto puso en tela de juicio la tradición educativa asimilada de manera rutinaria.
Dewey fue influido por el movimiento progresista norteamericano y la coincidencia temporal con la experiencia de su esposa Alice en la Escuela Elemental de la Universidad de Chicago. En esta fase hay que situar la llamada Escuela Orgánica. Una escuela experimental y privada, creada en 1907 por Marietta Johnson en Fairhope (Alabama); los inicios del llamado Plan Dalton, ideado por Hellen Parkhurst a comienzos del siglo y extendido masivamente a partir de 1920; y, sobre todo, la experiencia de William Wirt, director de la escuela de Gary, de Indiana, creador del sistema de los pelotones (Platoon system). Este sistema permitía que mientras un turno escolar realizaba actividades académicas en el aula, el otro desarrollaba aprendizajes en laboratorios, bibliotecas, gimnasios y otros espacios externos al centro. Dewey elogió, en una obra publicada junto con su hija Evelyn, el sistema Gary, señalando que los educadores progresistas tenían ya modelos en los que inspirarse para llevar a cabo una aplicación masiva de los métodos nuevos.
González-Monteagudo, expresa que “La educación progresista fue atacada duramente después de la Segunda Guerra Mundial, particularmente a partir de 1959, fecha en que la Unión Soviética lanzó al espacio la nave “Sputnik”. Aunque la influencia de Dewey sobre la enseñanza norteamericana no llegó a ser tan fuerte como a veces se hizo creer, a partir del lanzamiento del Sputnik, Dewey fue uno de los chivos expiatorios que la derecha conservadora y patriotera eligió para desarrollar su cruzada de vuelta a los fundamentos y a los principios básicos.” (https://idus.us.es/xmlui/bitstream/handle/11441/70705/0%202001%20ch%20Dewey%20Gra%C3%B2.pdf?sequence=1) La tensión producida por la afluencia “conservadora y neoconservadora” planteó un currículo que abordaba los conocimientos básicos y una evaluación cuantitativa. Es decir “un currículo técnico, acrítico e igual para todos los estudiantes. Por fortuna, desde los años ochenta asistimos a una importante recuperación del legado social y pedagógico de Dewey”, como expresa González- Monteagudo. Pero ya antes delos 80maestros y pedagogos italianos del . Movimento di Cooperazione Educativa, con un enfoque de Paulo Freire reivindicaron a Dewey y sumaron otros aportes en la línea de defender la enseñanza como investigación. (Ver el ensayo de S. MOSCA (1975): Psicopedagogia per il curriculo. Padova (Italia). La Linea Editrice, así como la obra de orientación más práctica G. GIARDELLO i B. CHIESA (1976). La publicación de las obras completas de Dewey en Inglaterra permitió el conocimiento de la pedagogía de Dewey. Súmase a esto la revista Educational Theory, editada por la John Dewey Society, que ha realizado y sigue realizando una excelente labor de discusión y debate en torno a la pedagogía progresista. ¿Algo de ellos nos ha llegado?
3. Afirmación y proyección. Indudablemente hubo críticas al adoptar una perspectiva exclusivamente sociológica que transmite en el fondo la convicción de que en las actuales estructuras sociales y económicas capitalistas no es posible desarrollar las ideas pedagógicas de Dewey que llevaban un trabajo pedagógico de signo innovador. José González-Monteagudo, opina, (Op.Cit) que las críticas surgidas son por una lectura reduccionista no sólo de Dewey y del progresivismo, sino también de la misma posibilidad de trabajar con coherencia y sentido ético desde el ámbito educativo por la mejora de la vida de los niños y de los jóvenes. El legado de Dewey constituye una buena muestra de la recuperación de este autor en el horizonte de los tiempos postmodernos y nos viene de la mano de uno de los autores más significados del enfoque educativo crítico. (W. CARR (1995): “Educación y democracia: ante el desafío postmoderno” en VARIOS: Volver a pensar la educación. Madrid. Morata/Paideia, vol. 1, pp. 96-111) La vigencia de Dewey en el debate pedagógico está expresada por Carr (1995) cuando propone como problema si podemos imaginar una forma de pensar sobre la relación entre educación y democracia que sea “moderna”, en el sentido de que no abandone la prosecución de los ideales emancipadores, y que, a un tiempo, sea “postmoderna”, en el sentido de que abdique del tipo de ideales ahistóricos y universales mantenidos por el discurso ilustrado. (Glosado del artículo de Guillermo Ruiz La teoría de la experiencia de John Dewey: significación histórica y vigencia en el debate teórico contemporáneo. https://www.redalyc.org/pdf/4475/447544540006.pdf) Y encuentra precisamente en Dewey, y en particular en Democracy and Education, una posible solución al aparente dilema formulado. Carr comenta que Dewey apostaba por el ideal emancipador ilustrado, pero que consideró a la Ilustración una revolución incompleta.(Ruíz Guillermo Op-Cit.) Frente a la búsqueda de verdades y valores trascendentales, Dewey, al igual que el postmodernismo, pensaba que toda investigación filosófica tiene un punto de partida contingente, por lo cual el intento de establecer verdades atemporales estaba condenado al fracaso. La clave para situar los intentos de los hombres por dotar de sentido su existencia y fundamentar la vida individual y social tiene que ver con un tipo de vida asociada que llamamos democracia. “…para Dewey, por tanto, la democracia… es lo que llega ser una sociedad cuando cesa de entenderse a sí misma en términos de fundamentos filosóficos y crea las condiciones en que sus miembros determinan por sí mismos el futuro de su sociedad” (Carr, W. (1995). Educación y democracia: ante el desafío postmoderno. En VVAA: Volver a pensar la educación. Madrid: Moratademocracia…” p. 107.). Frente a las lecturas que señalan el carácter impreciso, falto de rigor y anticuado de Democracy and Education, Carr mantiene que esta obra resulta muy relevante en el marco de una estrategia educativa postmoderna que se haga cargo, de manera crítica, de la herencia ilustrada. Para ello, señala algunas coincidencias entre el pensamiento deweyano y la propuesta postmoderna. En primer lugar, aunque Dewey mantiene los ideales emancipadores de la Ilustración, renuncia a ellos porque esos ideales pueden basarse en, derivarse de, una supuesta naturaleza humana objetiva y atemporal. Como dice Carr, “para Dewey, como para el postmodernismo, nada hay externo a la experiencia, no hay ´esencia` de la naturaleza humana. En cambio, hay seres humanos que configuran y son configurados por su historia, mientras hacen su camino al andar a través de un mundo incierto, atravesado por contingencias, mundo siempre incompleto y siempre haciéndose” (CARR: “Educación y democracia…” p. 109.) Lo que busca Dewey es formular una clase de filosofía de la educación que responda a las necesidades y exigencias de una sociedad democrática moderna que busca “… mostrar cómo han de reestructurarse las instituciones y prácticas educativas existentes para que los valores fundamentales de la tradición democrática liberal se extiendan y amplíen de manera progresiva”( CARR: “Educación y democracia…” p. 110.).Acota Carr, que se puede interpretar Democracy and Education como un ejemplo de principios del siglo XX, de lo que debe ser una propuesta educativa de una sociedad democrática y “postmoderna” de fines del siglo. Desde esta perspectiva se puede reconstruir el sentido de esta obra como “un texto postmoderno que habla de la visión emancipadora de la educación de la Ilustración de una forma que prevé la aparición de muchas ideas postmodernas: la formación abierta del sujeto humano; la contingencia de las normas y valores democráticos; la futilidad de las ideas utópicas acerca de un yo predeterminado y prefabricado; la convicción de que no hay corpus de conocimiento ´objetivo` que trascienda el contexto histórico que le da sentido y significación ”(CARR,W: Volver a pensar la educación : (Congreso Internacional de Didáctica) / coord. por Pablo Manzano Bernárdez, Vol. 1, 1995, ISBN 84-7112-403-3, págs. 96-111 “Educación y democracia…” p. 111).
Unas breves líneas sobre las relaciones entre democracia y educación. Para Dewey la democracia es una realidad evolutiva, cuya supervivencia está condicionada en alto porcentaje a la acción de la escuela. Es ella la que promueve el ambiente propicio para el desarrollo de la aptitud y la inteligencia social democrática, que permitan conocer y comprender las fuerzas sociales que interactúan en las relaciones sociales. En la escuela se aprende la dimensión de la acción, el saber cómo se utilizan recursos que la ciencia y la técnica nos proporcionan con el aprendizaje. Cuando no ocurre ello las perspectivas de la democracia se tornan inseguras. ¿Será que el pensamiento de Dewey fue profeta de las crisis educativa que vivimos y cuyos portaestandartes han sido los emisarios de organismos nacidos luego de la segunda guerra mundial cuya consigna ha sido crear un discurso que responde a los requerimientos de una hegemonía económica y que impone el contenido curricular en los que los ciudadanos deben ser formados, sin tener en cuenta un enfoque educativo liberador, formador de individuos éticos, solidarios, equitativos, que viven en una sociedad intercultural? Sin duda cada docente puede encontrar nuevas pistas de respuesta al beber de la propia obra de Dewey. Lo dejo ahí. Es mejor ir a la fuente misma del texto escrito que se puede encontrar en la siguiente dirección digital: http://ceiphistorica.com/wp-content/uploads/2016/08/Dewey-John-Democracia-y-Educacion.pdf.
Hoy el legado teórico y práctico de Dewey se convierte por su actualidad, originalidad, variedad y profundidad, en una herramienta útil para pensar y actuar en los nuevos escenarios sociales, culturales y educativos, que el nuevo siglo nos presenta como reto. La obra de Dewey debe considerarse como una propuesta como una perspectiva ilustradora y cuestionadora. En esta circunstancia el conocimiento crítico del movimiento pedagógico debe analizar problemas y darle respuestas no desde un solo punto de vista sino desde la perspectiva filosófica, pedagógica, sociológica, psicológica y otras disciplinas. Con ello se le dará vigor y actualidad a la propuesta deweyana que podría ser inspiradora de nuevas propuestas para una educación intercultural de un país diverso como el nuestro.
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