Por: Luis Miguel Saravia
1.El camino recorrido. En la historia de la pedagogía encontramos muchas tentativas relacionadas con el cambio educativo. También muchos factores que lo impidieron, de diverso origen político, económico, social, profesional. Cada uno con la carga que implica el desconocimiento del quehacer educativo y lo que conlleva plasmar una decisión política en una realidad diversa, donde la consigna de estandarización de decisiones y medidas para obtener resultados no aplica pedagógicamente.
Es justo reconocer que existen esfuerzos por alcanzar una mejora educativa y se estructuran discursos para el cambio.

Hargreaves opina al respecto, expresando que se ha producido una obsesión internacional dirigida a mejorar el rendimiento de alumnos a partir de sus notas alcanzadas en pruebas estándar. La reacción se ha dado a través de objetivos obligatorios a alcanzar a corto plazo, un currículo adaptado y medidas de “emergencia” sin consultar a los docentes, menos a los padres y a la comunidad investigadora. Vivimos cuasi uncidos a un enfoque del cambio y mejora educativa que responde a una experiencia que ha fracasado, pues no mejora el aprendizaje. Ha dejado tras de sí un currículo pobre basado en la realización de exámenes, profesores agotados y estresados, una escasez de personal cualificado y capacitado con deseos de asumir y mantener la buena educación y su mejora permanente. Pero los gobiernos han ido dando tumbos al haber adoptado una serie de indicaciones y rechazado otros, un enfoque fundamentalmente defectuoso para propiciar el cambio en la educación. (*)
2. El docente promotor del cambio educativo. Desde antiguo se ha afirmado esta sentencia. Sin embargo, el día de hoy sigue siendo un reto cómo hacer para que el docente sea un promotor del cambio y deje de ser un mero transmisor de conocimientos -como decía Paulo Freire, en su educación bancaria- y los alumnos no sigan almacenando información. Esto demanda una transformación en la formación del docente y una motivación profesional, social y económica, para mejorar su desarrollo profesional de manera permanente.
El cambio educativo debería prepararse desde el aula y la institución educativa, a partir de los lineamientos generales que se desprenden de la política educativa. La escuela debería ser un centro de investigación
3. Aquí y ahora urge un cambio. En nuestro país el cambio será factible si se logra alcanzar los objetivos del Proyecto Educativo Nacional al 2021 y si en el nuevo hacia el 2036 se respeta lo construido y se mejora con las nuevas propuestas teniendo como centro la formación de los niños y jóvenes ciudadanos de un país diverso e intercultural pero en perspectivas del desarrollo social, económico y político.
El escenario político no es el más propicio, pero existe la voluntad profesional y política de quien ha asumido la conducción del Ministerio de Educación y su equipo de funcionarios. Esto se corrobora en un artículo titulado “Nuestro compromiso” (https://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/nuestro-compromiso-flor-pablo-medina-noticia-642621). En síntesis ahí están definidos en los siguientes puntos: Confianza de los docentes; Formación ciudadana; Colegios amables, sin discriminación y libres de violencia; Diversidad; Gestión moderna en escuelas rurales; Infraestructura y educación superior. Para todo ello, se requiere una participación de todos los actores que tienen que ver y decidir sobre la educación nacional.
El tiempo del actual gobierno es corto, pero debería reafirmarse la voluntad política de tomar como eje promotor los objetivos del PEN con la finalidad de hacer un traslape adecuado y sin interferencias al próximo gobierno y poder contar con una generación de alumnos y alumnas con pensamiento crítico, formación ciudadana, democrática, generadores de la equidad y solidaridad. Existen muchas iniciativas que se han puesto en ejecución en aulas y escuelas a nivel nacional. Estas deberían respetarse, evaluarse y promoverse a futuro y articularlas con las nuevas que surjan. Además es importante que la inversión en recursos para la formación y actualización continua de docentes prosiga no solo en las remuneraciones sino también para recuperar la autoestima profesional y enriquecer el trabajo pedagógico en equipo y sostener la buena enseñanza. Eso garantizará que el cambio se instale y concrete en el desarrollo de una política educativa en prospectiva y no para quinquenios que no son el tiempo requerido para la formación de una generación de niños y adolescentes.
El cambio educativo requiere de estrategias para hacerlo posible. En esta perspectiva se debería ir generando la consolidación en los equipos de docentes de las escuelas y promoviendo una serie de peculiaridades relacionadas con manejos de coordinación, construcción de autoridad, de dirección y jefatura De esa manera se va creando una cultura pedagógica que es indicadora de conducción por conocimiento de disciplinas, de técnicas, de interpretaciones, que permita al equipo el aprendizaje mutuo y donde entre todos van afinando el análisis de la realidad, de los problemas y diseñando soluciones apuntando a perspectivas futuras desde una perspectiva técnico-pedagógica. Esto debería ir acompañado de la “seguridad administrativa” en los puestos en base a la meritocracia. Se garantizaría de esta manera una cultura de desarrollo profesional en el equipo de docentes de la institución educativa, generando una cultura de identidad pedagógica. (Harris y Muijs, 2005 Improving Schools through Teacher Leadership. Maidenhead (England), Open University Press.; Spillane, 2006 Distributed Leadership. San Francisco CA, Jossey-Bass).
Como se viene trabajando en otros sectores, también desde lo educativo es conveniente pensar en la sostenibilidad de los cambios. Es decir cómo hacerlos perdurables para no redituar fracasos como en décadas pasadas, sea por interferencias políticas internas, por sugerencias y condiciones de los “decidores” de políticas económicas en el mundo, sin preocuparse del desarrollo y sostenibilidad de aquellas que por derecho les concierne a las personas.
(*) Una bibliografía relacionada se podría encontrar en Hargreaveas: Kozol, 2006 La vergüenza de la nación: La restauración de la educación del apartheid en América. Nueva York, Crown Editores; Tymms, 2004 « ¿Están aumentando los estándares en las escuelas primarias británicas?», British Educational Research Journal, 30 (4), pp. 477-494.; McNeil, 2000 Contradicciones de la reforma escolar: Costos educativos de la estandarización. Nueva York, Routledge Press.; Hargreaves, 2001 «Profesionales y padres: Un movimiento social para el cambio educativo», en N. BASCIA, A. HARGREAVES (eds.): El filo del cambio educativo. Londres, Routledge / Falmer Press.; Fielding ed., 2001 Tomar la educación realmente en serio: cuatro años de trabajos forzados. Nueva York, Routledge / Falmer Press.; Sirotnik, 2002, «Promoción de la responsabilidad responsable en las escuelas y la educación», en Phi Delta Kappan 83 (9), pp. 662-673.
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