Por Teresa Tovar Samanez

Publicado originalmente en Diario Uno

¿En serio? ¿Eso vivieron ustedes? Preguntaron dos adolescentes a sus padres ayacuchanos, luego de visitar el Museo de la Memoria. Pensaban estar solo un rato pero quedaron atrapados por la historia allí contenida. Porque era su historia, la de sus padres, la de su tierra y su país.

Antes de su visita estos adolescentes limeños no tenían idea de lo que significaron los años de la violencia. Pero el terror patentado en las fotografía, el dolor de los testimonios y los despojos de las víctimas, era un cargamontón de evidencias abrumadoras que sacudieron sus sentimientos y transformaron en visible lo invisible. Más de 10 años y 70,000 muertos. Sus padres lo habían vivido de cerca y lo sabían, pero ellos no.

Visitantes del Lugar de la Memoria / Foto: Spacio Libre

En la escuela no les habían dicho nada. Allí predomina la historia oficial y la premura por preparar para un oficio que permita entrar en el mercado laboral. ¿Es que acaso se puede ser exitoso en un país lleno de sombras? No por gusto la historia es un aprendizaje indispensable que permite reconocernos como parte de un contexto social y de un “nosotros” y motivar la reflexión crítica para seguir adelante (Nussbaum).

Después del conflicto armado vienen 30 años signados por la corrupción. Instalada en el conjunto del sistema en la década del 90, se destapó el 2000 en toda su magnitud y podredumbre. El país entero contempló los vladivideos y cómo Fujimori y Montesinos fueron efectivamente apresados y condenados.

Pero el monstruo se recompuso como una hidra de 7 cabezas. El Congreso y el Poder Judicial se llenaron de corruptos y delincuentes y el Estado, de puertas giratorias. Tenemos los últimos 5 presidentes fugados(1), suicidados(1), condenados(1) o procesados(2) por corrupción y/o delitos de lesa humanidad. Hoy ad portas del 2,020 estamos en la misma batalla. Y los adolescentes son testigos de cómo un grupo de fiscales honestos, un Presidente sin bancada y un pueblo indignado movilizado pueden cambiar la historia.

¿Qué de todo esto ha permeado la escuela? La mayor parte de estos hechos gravitantes no encuentra lugar en las aulas. Lo que se sabe de ellos se aprende en los videos, en los audios, en los museos, en las calles, en las historias de la abuela.

Las pocas iniciativas desde la sociedad civil no logran imprimir un sello a política educativa pública. Las élites corruptas los silencian y la visión tecnocrática tiende a minimizar o eliminar la historia y las humanidades del currículo (ya pasa en Chile).

Pero los adolescentes lo saben y pronto los libros de ciencias sociales no podrán dejar de mencionar los hechos. La realidad es tan contundente que no solo puede tumbar un Congreso corrupto sino que puede derrumbar los muros de la escuela para sembrar pensamiento crítico. Ojalá. Porque solo así cosecharemos ciudadanía.