Por: Teresa Tovar Samanez

Publicado originalmente en Diario Uno.

En Fiestas Patrias se piensa en el Perú y se trae a colación la centralidad de la educación en el proyecto de país. Ad portas de definir un nuevo Proyecto Educativo Nacional al 2036, hay una agenda a discutir.

Los proyectos educativos tienen fuerza cuando se engarzan a los desafíos históricos. Así sucedió en Colombia con el Plan Nacional Decenal de Educación “Al filo de la oportunidad”. García Márquez lanzó entonces “La Proclama” reclamando una educación “inconforme e inconclusa, desde la cuna hasta la tumba”, que pusiera el país al alcance de los niños en lugar de una educación que adapte a los niños a una modernidad que no fue pensada para ellos.

En el Perú en la década de 1930 la reforma de la educación estaba en el corazón del desarrollo. Terminar con el analfabetismo implicaba la cancelación del orden oligárquico y era el eje de la cuestión nacional en el pensamiento de Mariátegui. El nuevo orden social requería la inclusión de vastos sectores de la población. La utopía de la inclusión coincidía con el cambio del paradigma de desarrollo y la educación era parte esencial de ambos. “La idea de la escuela pública aparece consustancial y solidaria a la idea de una democracia social. La idea democrática no permite mantener en la sociedad compartimentos estancos, castas. Los individuos son libres e iguales y tienen el mismo derecho a desarrollase mediante la cultura”(Mariátegui, Temas de Educación). Cuarenta años más tarde la reforma educativa del 70 concretaría el sentido progresivo de esta apuesta.

Luego, a fines del siglo XX educación y ciudadanía estaban en el imaginario educativo concretado en instrumentos nacionales como la Ley General de Educación y el Proyecto Educativo Nacional al 2021: “La educación que queremos para el Perú”. Pero, aunque teníamos una utopía en educación, la educación no era ya parte de la utopía del desarrollo. El equilibrio macroeconómico logrado fue acompañado del incremento de la segregación social al ritmo de la lógica del mercado.

La educación dejó de integrar la agenda política prioritaria, siendo arrimada a un costado en presupuesto, importancia y voluntad política, achicando el rol del Estado y el lugar de la educación pública. La divergencia entre imaginario educativo incluyente y modelo económico excluyente perduró durante los siguientes gobiernos.

Actualmente se empieza a discutir un nuevo Proyecto educativo Nacional al 2036. Hasta donde se conoce, el documento “Proyecto Educativo Nacional–2036”que está en consulta inicial, presenta limitaciones de fondo. No parte de un diagnóstico de los problemas de nuestra sociedad ni proyecta claramente un imaginario transformador de país.

La idea del Estado como garante del derecho a la educación se desdibuja y se prioriza el aumento de las oportunidades de los individuos en lugar de la reversión de la injusticia. ¿Será que educación y modelo de desarrollo vuelven a ir juntos pero ahora en una lógica neoconservadora afín a las exigencias del mercado? Volveremos.


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